domingo, 6 de abril de 2008

Irena

Ni el logo de Macintosh, ni la manzana de Eva, ni tan siquiera la manzana que inspiró a Isaac Newton la Ley de la Gravedad, ni mucho menos la "gran manzana" de New York. Desde que conocí la historia de Irena Sendler sólo me seduce el manzano en el que escondió unos botes de cristal con los nombres de 2.500 niños judíos que rescató del Ghetto de Varsovia durante la invasión Nazi.

Esta polaca valiente, que nació con el siglo pasado en 1910, fuen nominada para el Premio Nobel de la Paz, a propuesta del presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y por la Organización de Supervivientes del Holocausto. Su candidatura no triunfó; sin embargo, es merecedora del respeto y la admiración de todos los seres humanos del mundo.

Irena era una enfermera treintañera cuando la ignominia Nazi invadió su país. No pudo soportar el horror y usó su ingenió para evadir a los fascistas con el fin de salvar a los niños de los campos de concentración, de la vida en el Ghetto y, sobre todo, alejarlos de una muerte casi segura. Sendler consiguió una identificación de la oficina sanitaria, desde donde se ocupaban, entre otros menesteres, de las enfermedades contagiosas.

Su ardid le permitió sacar a los niños como víctimas del tifus hasta que fue detenida por la Gestapo, condenada a pena de muerte y encarcelada en la prisión de Pawiak en la que la torturaron hasta romperle las piernas y los pies. Sin embargo, ella aguantó impasible su dolor hasta que, por fin, pudo escapar y recuperar los botes de cristal con los nombres de los niños y de las familias de acogida católicas que los habían cuidado.

Esta heroína cuenta que su espíritu solidario lo forjó durante la infancia en la que recibió desde su hogar una educación basada en la creencia de "ayudar de corazón" a las personas necesitadas sin "mirar su religión o nacionalidad". Es obvio, que entendió el mensaje y, aún, resulta, más obvio, su enorme sentido del sacrificio por los demás.

A pesar de todos los inconvenientes y, conocedora de las consecuencias de sus actos, lo arriesgó todo por salvar a lo mejor de este mundo: los niños. El ángel del Ghetto de Varsovia, como se la conoce familiarmente, al margen de reconocimientos es y será un ejemplo para la humanidad por su entrega y magnificencia.

4 comentarios:

Miguel dijo...

Hola Pepa, soy Miguel de Ontinent.

Aunque ya conocía la historia de Irena, a través de un powerpoint, me ha gustado el enfoque que tú le has dado en el blog.

Es esperanzador que frente a tantas noticias negativas aparecidas en los medios de comunicación acerca de personas que se han dejado llevar por sus más bajos instintos para cometer actos que causan mucho dolor, de vez en cuando nos lleguen historias tan entrañables como la de Irena.

Gracias por tu labor en el blog.

Tu amigo Miguel.

Pepa Martorell dijo...

Muchas gracias, Miguel.

Aprecio tus gratas palabras así como la opinión que te merece el tema. La historia de Irena provocó en mi ser un sentimiento de ternura infinita.

Y, sobre todo, me sorprendió que haya ocupado durante tanto tiempo un discreto segundo plano en la opinión pública internacional.

Anónimo dijo...

Hola PEPA, me ha conmovido esta historia no la conocía y la verdad que esta Sra.,merece todo nuestro respeto y admiración.

Ójala, cada vez se dieran más noticias de personas que actuan movidas solo por ayudar a otro ser humano sin importar nada más,ni raza, relegio o status social y sin esperar nada a cambio.

Enhorabuena por tu blog te deseamos el mayor de los éxitos.

De Andrés, Sergio y Virgi.

Pepa Martorell dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Virginia. Sería fantástico que el ejemplo de Irena se multiplicara. La generosidad y la valentía de ella es imposible de medir o cuantificar porque su valor es inconmensurable. Cuando escucho Imagine de J. Lennon fantaseo con un mundo lleno de seres humanos tan bondadosos como lo fue esa mujer.

Muchas gracias por tus palabras hacia mi blog y un beso enorme para los tres.