El concepto de resiliencia adquiere sentido pleno cuando los supervivientes del terror que representó Auschwitz cuentan lo que vivieron en este campo de concentración nazi. A pesar del tiempo, el horror no se borra de la memoria, pero la capacidad de superar lo que significó el holocausto es el nexo que une a la mayoría de víctimas que rememoran aquellos días en el aniversario de su liberación.
Nadie, como Claude Lanzmann en el documental Shoah ha sido capaz de transmitir la angustia, la impotencia y el dolor que sufrieron aquellos hombres y mujeres. Entre ellos, Rudolf Vrba, cuyo nombre verdadero era Walter Rosenberg. Rosenberg, junto a Alfréd Wetzler, logró escapar y ambos hicieron el primer documento que refleja la realidad del campo de exterminio y que permitió al mundo conocer lo que estaba ocurriendo en aquel campo de concentración. Ese informe empujó al regente de Hungría, Miklós Horthy, a detener las deportaciones ante la presión internacional y, con toda probabilidad, por el temor a ser juzgado después de la guerra.
Las declaraciones de Vrba sobre su experiencia en el campo de concentración son estremecedoras: "Por primera vez, había en el campo gente en relativa buena condición física, que todavía conservaba cierta moral, que estaba condenada a morir por el método habitual del gas. E iban a saberlo. No conseguirían engañarlos; podía ser el momento de reaccionar" (Lanzmann, 1985:174)
¿Deberíamos bombardear Auschwitz?
Tras hacerse público el informe que sorprendió a todos por lo insólito de su contenido, la resistencia judía envió a Oskar Krasnansky a entrevistar a estos dos hombres para certificar la veracidad de su historia. Aquella entrevista hiela la sangre; especialmente, cuando Krasnansky les pide pruebas. "Cómo sé que no son fantasías y que no estoy desperdiciando mi tiempo?". Vrba le mostró su antebrazo y Wetzler, su pecho" ambos estaban marcados en la piel con números de cinco cifras, según se explica en el documental de la BBC ¿Deberíamos bombardear Auschwitz?
"Mucha gente se desmayaba". Krasnansky preguntó porque uno estaba tatuado en el brazo y el otro en el pecho. Wetzler explicó que los tatuajes en el pecho "eran impresos con gran brutalidad. Mucha gente se desmayaba. Es por eso que comenzaron a tatuar a las personas en sus brazos?", preguntó Krasnansky. Wetzler aclaró que lo hicieron así porque los tatuajes en el pecho se "desvanecían demasiado rápido".
Gracias a estos dos hombres el mundo conoció una historia tan horrible como inverosímil. Y ese fue el principio del fin de Auschwitz que el 27 de enero de 1945 cerró sus puertas a la ignominia. Los alemanes intentaron borrar, sin éxito las pruebas de sus crímenes; sin embargo, no iba a ser posible hacerlo porque aquella masacre era demasiado grande como para ser ignorada.
El hombre en busca de sentido
Viktor Frankl, superviviente de Auschwitz, deja su testimonio, un año después de la liberación, en un libro que tituló El hombre en busca de sentido'. El autor, a pesar de ser psiquiatra, no puede desprenderse de la desgarradora experiencia vital que sufrió en primera persona y en su texto subyace la culpabilidad del superviviente.
Frankl explica que los prisioneros sabían que cuando los alemanes les requerían para trasladarlos a otro campo; en realidad, lo que pretendían era llevarlos a la cámara de gas. "Los que hemos vuelto de allí gracias a multitud de casualidades fortuitas o milagros - como cada cual prefiera llamarlos- lo sabemos bien: los mejores de nosotros no regresaron.(Frankl, 1946). Sobre la vida en el campo de concentración Frankl apela a las emociones. "Asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya".