La calidez de McCain frente a la elegancia de Obama. El conservador acaricia las palabras al tiempo que susurra las grandes líneas de su proyecto que ejecutará si los americanos no lo impiden. Mientras Obama hace lo propio desplegando todo su encanto.
El resto del planeta Tierra les observa subyugado y seducido por el gran espectáculo y, sobre todo, expectantes porque la política exterior de quién gane determinará en mayor o menor medida nuestras vidas.
Quiero que gane Obama. Por muchas razones, entre otras, porque no soporto la mirada al vacío de su rival en los debates que se supone son un "cara a cara", porque su forma de evadir las respuestas a preguntas incómodas me aterra, porque las políticas republicanas suponen una involución constante de las libertades y, porque, por fin, sería hora que en Estados Unidos se venerara al hombre negro de una vez.
Foto: Fisher’s company american flag in New York (Bill Westchester)