Sucedió en Xixona (Alicante). En la calle Virgen del Pilar. Ella tenía 42 años y no verá más la primavera, ni sentirá el calor del verano, ni se conmoverá al contemplar los atardeceres del otoño y tampoco se mojará con la lluvia del invierno. La vida sigue "sin" esa mujer presuntamente asesinada por su pareja sentimental, quién incumplió una orden de alejamiento impuesta por el juez y que, además, ya había estado en prisión por agredirla anteriormente.
Dos navajazos en el tórax muy cerca del corazón acabaron con ella. La sangre dejó de correr por sus venas y, al final, sin aliento murió en silencio. Nunca tendrá la oportunidad de superar la angustia provocada por las amenazas, ni hacer frente a las penosas vivencias previas al momento fatal, ni borrar el temor ni el sufrimiento que habrá experimentado al perder lo más valioso que tiene el ser humano: la vida. Su vida.
Será noticia. Será oficialmente una víctima más que engrosará con dolor las cifras de las estadísticas de violencia doméstica en España y en el mundo. Todos lamentaremos su pérdida y, otra vez, seremos testigos de las escenas de desgarro y de pena de sus seres queridos cuando la despidan. Nos afligiremos con pesarosa y solidaria impotencia ante esta muestra de desafuero brutal y cruel que quedará en nuestra conciencia para siempre.
La violencia de género es un fenómeno social que exige a todas las instituciones, poderes públicos, organismos y, sobre todo, a la sociedad en su conjunto poner medios para acabar de una vez por todas con esta lacra. Cada amenaza, cada acto humillante y vejatorio, cada agresión que acaba en escalofriante calvario para la víctima se convierte en un ataque contra todos y cada uno de nosotros.
No queremos escuchar a los políticos dirimir sobre quién puso o hubiera podido poner más. Queremos soluciones, aquí y ahora. Es obvio, que se necesita un cambio drástico para poder abordar la erradicación de la violencia de género. ¿A qué esperan?. Queremos más seguridad. Queremos más medios. Queremos más justicia y medidas más rápidas y coercitivas. Queremos más solidaridad y compromiso. No hay tiempo que perder. Es el momento.
Dos navajazos en el tórax muy cerca del corazón acabaron con ella. La sangre dejó de correr por sus venas y, al final, sin aliento murió en silencio. Nunca tendrá la oportunidad de superar la angustia provocada por las amenazas, ni hacer frente a las penosas vivencias previas al momento fatal, ni borrar el temor ni el sufrimiento que habrá experimentado al perder lo más valioso que tiene el ser humano: la vida. Su vida.
Será noticia. Será oficialmente una víctima más que engrosará con dolor las cifras de las estadísticas de violencia doméstica en España y en el mundo. Todos lamentaremos su pérdida y, otra vez, seremos testigos de las escenas de desgarro y de pena de sus seres queridos cuando la despidan. Nos afligiremos con pesarosa y solidaria impotencia ante esta muestra de desafuero brutal y cruel que quedará en nuestra conciencia para siempre.
La violencia de género es un fenómeno social que exige a todas las instituciones, poderes públicos, organismos y, sobre todo, a la sociedad en su conjunto poner medios para acabar de una vez por todas con esta lacra. Cada amenaza, cada acto humillante y vejatorio, cada agresión que acaba en escalofriante calvario para la víctima se convierte en un ataque contra todos y cada uno de nosotros.
No queremos escuchar a los políticos dirimir sobre quién puso o hubiera podido poner más. Queremos soluciones, aquí y ahora. Es obvio, que se necesita un cambio drástico para poder abordar la erradicación de la violencia de género. ¿A qué esperan?. Queremos más seguridad. Queremos más medios. Queremos más justicia y medidas más rápidas y coercitivas. Queremos más solidaridad y compromiso. No hay tiempo que perder. Es el momento.