Maruja Torres en una de sus columnas de El País se refirió a las actitudes retrogradas de la derecha cavernícola como la "peña del coágulo" en alusión a un personaje de la película Todos dicen I love you de Woody Allen en la que una familia demócrata vivía en permanente conflicto con el hijo republicano que cambió de ideología tras ser operado de un coágulo en el cerebro. Aquella expresión me pareció tan gráfica que desde entonces me sirvió para agrupar las actitudes reaccionarias, rancias y carcas que, lamentablente, se han sucedido en el tiempo con demasiada frecuencia.
El nombramiento de Leire Pajín como Ministra de Sanidad que, por cierto, no es santo de mi devoción, ha suscitado una avalancha de críticas desmesurada en todos los sentidos. Entiendo que se pueda estimar que su perfil no es adecuado para el cargo o cualquier juicio sobre la oportunidad de su nombramiento. Sin embargo, la polémica suscitada entorno a la pulsera que, espero confío y deseo sirva para alertar de su nulo efecto, tan sólo ha sido un la punta del iceberg que ha desencadenado, entre otras, las desafortunadas declaraciones y, peor disculpa, del alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva.
La actitud del alcalde vallisoletano me parece extremadamente deplorable porque supera con creces al ataque machista dado que esas maneras sólo se pueden calificar de mala educación. No podía salir de mi perplejidad cuando le escuché y, aún así, no estaba preparada para las penosas excusas que le hundieron más en su miseria moral y ética. No estoy de acuerdo con la máxima, según la que, nos merecemos a los políticos que tenemos. No es así. Nos merecemos mucho más. Por nosotros y por los que vendrán detrás.
La sociedad está tan narcotizada que opta por el "todo vale" porque, al parecer, no es posible frenar el exabrupto verbal de los cargos públicos a los que, entre todos, pagamos el sueldo. Al final después de tanto aceptar pulpo como animal de compañía lo que realmente resulta extraño es la normalidad. En esta línea, la peña del coágulo cada vez tiene más adeptos entre sus filas entretanto los ciudadanos nos atragantamos frente a esos comportamientos tan ordinarios. Todo esto ocurre mientras vivimos en la llamada era del conocimiento. ¿No resulta increíble y tristemente irónico?.