La renuncia sabe al tacto del rostro apoyado en un cristal mirando al infinito cercano o, quizá, a la inmensidad del paisaje. Escucho Georgia on My Mind en versión de Glenn Miller mientras sobrevivo a una incomoda ciática que me ha robado una sesión del seminario de metodología de la investigación comunicativa de mi Doctorado.
Suena el saxo de la orquesta de Miller transportando esa mágica esencia de swing en el jazz que nadie como él ha sabio jamás captar. Me seduce tanto su música que paso a la siguiente pieza, una excelente versión de Frenesí. Oh heavens! Recuerdo la radio que teníamos en la cocina de casa donde escuché esta canción en la década de los setenta pero, claro, por aquel entonces, mi tierna bisoñez impedía que entendiera en su plenitud el significado de la palabra frenesí.
Ahora, postrada y sin movilidad en una pierna, daría todo el té de la China por tener una pizca de chispa que encendiera mi llama. Sin abandonar a Miller me regalo una estupenda una versión de Chattanooga Choo Choo que me hace mover la pierna buena. Sin embargo, Stardust me devuelve a mi estado de involuntaria calma.
¿Es el polvo de estrellas capaz de mover el mundo? Maybe, yes?, Maybe, no?. Who knows it!. Y yo me pregunto qué fuerzas telúricas empujan nuestro destino, que, a veces, a pesar de parecer previsible, de repente, irrumpe con fuerza y destiñe en un plis, plas todo el arco cromático con el que habíamos soñado y, así, en ocasiones, nos aboca a renunciar a aquello a lo que aspiramos una vez.
¿Porqué renunciar?. Quizá tengamos un sexto sentido que nos ayuda a evitar una presumible catástrofe. Los elementos colaterales, asimismo, amplían nuestra perspectiva y, tras una sosegada reflexión dedicimos no luchar contra ellos. ¿No es absurdo pelear contra los elementos?. Of course. Ya lo dijo, Napoleón, quién de la estrategia hizo un arte,:"Una retirada a tiempo es una victoria".
Y, como no podría ser de otra forma, acabo esta entrada de mi blog con una pieza de Gleen Miller que levanta el ánimo, incluso, a los que están down y con la pata chula como la mía. Sin lugar a dudas se trata de In the Mood. Shall we dance?
Suena el saxo de la orquesta de Miller transportando esa mágica esencia de swing en el jazz que nadie como él ha sabio jamás captar. Me seduce tanto su música que paso a la siguiente pieza, una excelente versión de Frenesí. Oh heavens! Recuerdo la radio que teníamos en la cocina de casa donde escuché esta canción en la década de los setenta pero, claro, por aquel entonces, mi tierna bisoñez impedía que entendiera en su plenitud el significado de la palabra frenesí.
Ahora, postrada y sin movilidad en una pierna, daría todo el té de la China por tener una pizca de chispa que encendiera mi llama. Sin abandonar a Miller me regalo una estupenda una versión de Chattanooga Choo Choo que me hace mover la pierna buena. Sin embargo, Stardust me devuelve a mi estado de involuntaria calma.
¿Es el polvo de estrellas capaz de mover el mundo? Maybe, yes?, Maybe, no?. Who knows it!. Y yo me pregunto qué fuerzas telúricas empujan nuestro destino, que, a veces, a pesar de parecer previsible, de repente, irrumpe con fuerza y destiñe en un plis, plas todo el arco cromático con el que habíamos soñado y, así, en ocasiones, nos aboca a renunciar a aquello a lo que aspiramos una vez.
¿Porqué renunciar?. Quizá tengamos un sexto sentido que nos ayuda a evitar una presumible catástrofe. Los elementos colaterales, asimismo, amplían nuestra perspectiva y, tras una sosegada reflexión dedicimos no luchar contra ellos. ¿No es absurdo pelear contra los elementos?. Of course. Ya lo dijo, Napoleón, quién de la estrategia hizo un arte,:"Una retirada a tiempo es una victoria".
Y, como no podría ser de otra forma, acabo esta entrada de mi blog con una pieza de Gleen Miller que levanta el ánimo, incluso, a los que están down y con la pata chula como la mía. Sin lugar a dudas se trata de In the Mood. Shall we dance?