(Fuente: ©mde.es)
Un 14 de abril se convirtió en la primera ministra de Defensa de España y, además, lo hizo embarazada de siete meses. Su visita a las tropas en Herat (Afganistán), a pesar de su avanzado estado de gestación, sorprendió a todo el mundo, sobre todo, a quienes no perdieron la oportunidad de criticarla por ser mujer.
Recuerdo aquellos días con un sentimiento agridulce; por una parte, me sentí orgullosa del nombramiento de las nueve ministras; en especial, el de Chacón, porque supuso una evidente apuesta por la causa feminista. Sin embargo, jamás hubiera podido imaginar la avalancha de reacciones, en contra, única y exclusivamente, por razones de sexo.
Ingenuamente creía que nuestra sociedad había alcanzado un grado de madurez, tal, que obviara temas peregrinos para valorar la gestión de los miembros del Ejecutivo. Fue realmente surrealista leer y escuchar a detractores con una clara tendencia a la censura de una gestión que aún estaba por hacer. Incluso analizando aquellos días con perspectiva resulta, francamente, bochornoso.
Hoy, que ya nadie escribe sobre el tema, me apetecía expresar mi opinión en el blog por sentirme solidaria con Carme Chacón que, generosamente, asumió un cargo en un momento personal muy especial y sabiendo las consecuencias colaterales no dudó en asumir el reto. El gesto de Zapatero al nombrarla es admirable pero, también, hay que valorar el mérito que demostró ella al aceptar.