Definitivamente, no todos los políticos son iguales


No news
 is good news. Eso es así, especialmente, cuando la normalidad son continuas idas y venidas en un tormentoso caos que, curiosamente, está organizado como el Universo. El presente te atrapa, sin remedio, en un eterno bucle que, a veces, parece infinito. Sin embargo, la vida, de vez en cuando, te recompensa. 

Y, así, sin más hoy conocí a Lilith Verstrynge, paseando por las calles de Madrid, lejos del ruido de la campaña electoral y fuera de un contexto, meramente, político. Es ahí, en esos espacios, donde la dimensión de los personajes públicos trasciende a lo divino. O, por contra, se mimetiza con los ciudadanos. 

Lilith, sin duda, pertenece al segundo grupo por su empatía con una, absoluta desconocida, que se ha acercado a ella para trasladarle un mensaje de ánimo por su integridad, su compromiso y su ética. Valores que escasean tanto, que cuando una es capaz de reafirmar la idea de que no todos los políticos son iguales, recupera la emoción de aquel Sí, se puede que lo cambió todo.

Un Sí, se puede tan abrumador como la generosidad de esta política, que me ha cedido su tiempo mientras le narraba mi particular 15M, en Valencia, en un foro, donde no todo el mundo respetaba el clamor de las calles, ni supo percibir la dignidad de aquellos ciudadanos que, pacíficamente, tomaban las plazas para reivindicar derechos y libertades.